martes, 8 de diciembre de 2009

La piel del Elefante

El pequeño Nayakan jugaba solitario. Soñaba, imaginaba. Corría y sentía la brisa suave, de esa mañana de verano, correr por su pelo. Nayakan con sus jóvenes ocho años se sentía por unos segundos un guerrero. Un héroe. Tal y como le había contado su padre sobre Purushottama*. Se sentía un gigante. Cerraba sus ojos y blandía su espada invisible con fiereza, resistiendo los embates del ejército macedonio que buscaba capturarlo. Erguido sobre su elefante de guerra, resistía los golpes y los ataques traicioneros de los griegos, con brío. Oculto, detrás de la ciudadela Malia, podía llevar a cabo su fantasía sin temor a ser burlado por los otros niños. Sobretodo por Nirek quien siempre lo mortificaba con sus bromas y se aprovechaba de el por ser mas corpulento. Si lo viera Nirek ahora, si solo lo pudiera contemplar, derrotando a los macedonios. Obligándolos a volver humillados a su presuntuosa Babilonia. Si lo escuchara exigirle al Gran Rey de Media y Persia que lo tratara como a un “rey”. Si lo viera orgulloso frente a Alejandro de Macedonia, embriagado de coraje. En el pequeño rostro de Nayakan se dibujo una sonrisa, que luego lentamente se convirtió en una carcajada. Una felicidad plena invadió al pequeño que abrió los ojos y se encontró parado sobre una piedra con sus brazos extendidos hacia el cielo. En el pináculo de su fantasía, lanzo un grito de felicidad contenida que se fundió con otro grito más fuerte.
Era un grito desgarrador, que se convirtió lentamente en lamento. La mente del pequeño volvió a su realidad. Volvió a su débil y frágil cuerpo de ocho años.
Sus oídos percibieron el clamor de una batalla cercana. Oyó caballos relinchar, gritos de guerra, choques de espadas, golpes de escudos. Pensó en esconderse. Miro a su alrededor buscando un refugio. Su mirada fugaz se poso sobre la ciudadela que ardía bajo el fuego de la furia macedonia. El terror se apodero de Nayakan. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Una angustia incontenible lo invadió.

El quejido se volvió a escuchar. Nayakan lo sintió justo detrás de el. Instintivamente se lanzo de la roca en la que estaba parado y se escondió detrás. No quería mirar. Sabía que la persona que se lamentaba no era amiga. Mientras que estaba parado pudo mirar de soslayo una de las manos, y vio una espada brillante empapada en sangre. Sintió la respiración pesada y dificultosa del soldado. Sentía sus pasos pesados. Nayakan puso sus rodillas contra su pecho, abrazo sus piernas, y buscando hacerse lo mas pequeño que podía, cerro sus ojos, como esperando que eso lo hiciera invisible ante los ojos del extraño. La sombra del soldado lo envolvió y Nayakan no pudo más que mirar hacia arriba. Abrió sus ojos y contemplo maravillado a un gigante cubierto en la piel de un elefante, donde la cabeza del paquidermo hacia las veces de casco. El hombre se detuvo sobre el niño. Nayakan permanecía inmóvil. La piel rugosa del elefante se desplomo en el suelo pesadamente descubriendo la armadura brillante del soldado. La cabeza del animal muerto parecía observar al niño atemorizado. El soldado pronuncio unas palabras en un idioma incomprensible para Nayakan. El niño embelezado por la belleza del uniforme no podía pronunciar ni una palabra. El hombre se tomo un costado y Nayakan observo que tenía una flecha clavada en el costado izquierdo. La herida estaba sangrando mucho y la flecha le dificultaba la respiración al soldado. Nayakan observo que el hombre estaba intentado comunicarse. Con mucho esfuerzo el soldado tomo la flecha y comenzó a tirar de ella. Su rostro se lleno de dolor y de frustración al no poder quitarla. Lanzo un grito desgarrador. Nayakan tomo la flecha con sus pequeñas manos, que enseguida se empaparon de sangre, y comenzó a hacer fuerza. El soldado grito y el niño se asusto. Pero rápidamente el hombre con un gesto le pidió que continuara. Nayakam había hecho esto para su padre, quien era un feroz soldado de las fuerzas Malias. Nayakan utilizo todas sus fuerzas. El soldado ayudo con una de sus manos. La flecha salió de la herida junto con un alarido del extraño, quien se desplomo arrodillándose en el suelo con su cabeza gacha. El proyectil había dañado bastante el costado del hombre. El niño tomo la flecha con sus pequeñas manos mientras observaba al soldado agachado frente a el y le pregunto “ki zadet?” (Quien te hizo daño?). De repente otro soldado apareció y hablo en un idioma incomprensible para el pequeño, del que pudo reconocer solo una palabra “Alexandros”. Los ojos del pequeño se abrieron completamente. Apretó la flecha contra su pecho. El otro soldado se tiro al suelo para levantar al herido. El herido logro incorporarse y pareció poder mantenerse en pie solo. Al lado del segundo soldado, el herido era más muscular, muy atlético. Su rostro era duro y su cabellera frondosa y oscura. El segundo soldado desenvaino su espada y se abalanzo sobre Nayakan que cerro sus ojos y se cubrió el rostro atemorizado. El otro lo detuvo con un grito, volvió a gritarle. El soldado apesadumbrado se retiro. Nayakan permanecía inmóvil. Unas palabras se escaparon de su boca : “ Eskandar-e Maqduni?” (Alejandro de Macedonia?). El soldado sonrió, tomo la piel de elefante y se la coloco sobre sus hombros. Miro al pequeño y dijo con dificultad “bârat doa mikonam” (rezaré por ti).
Alejandro Magno se volteo y comenzó a caminar casi trastabillando. Al niño lo abrazaron por detrás levantándolo de golpe. Su madre, llorando lo apretó contra su pecho y comenzó a correr, el niño no prestó atención, pues, por un segundo tuvo arrodillado a sus pies al Rey de Macedonia.





*Purushottama o Poros, fue el gobernante de un antiguo reino Indio ubicado entre los ríos Hidaspes y Acesines. Algunos historiadores sostienen que su ejercito, resistió el ataque del ejercito Alejandrino, y fue el causante de que el Imperio de Alejandro Magno no siguiera expandiéndose. De hecho Luego de esa batalla el ejército de Alejandro Magno se amotino y pidió volver a Babilonia. Alejandro pidió que capturasen a Poros vivo por que quedo impresionado por su valentía y fiereza. Cuando finalmente, después de una larga lucha, lo capturaron, Alejandro le pregunto como quería que lo tratase y Poros le contesto, “como a un rey”


Nota del Autor: Para algunos Alejandro Magno fue derrotado en la batalla de Hidaspes (326 a.C), pero para la mayoría se fue victorioso y su regreso a Babilonia fue solo a causa del cansancio del ejército que llevaba ya ocho años en campaña. La retirada a Babilonio lo obligo a cruzarse en su camino con los Malios, una tribu que resulto ser feroz. Durante la batalla Alejandro fue herido por una flecha en un pulmón. Sus soldados pensaron que lo habían asesinado y por esto descargaron toda su furia sobre la ciudadela Malia. Prácticamente arrasaron con hombres, mujeres y niños.

3 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho lo que has escrito, este tipo de relatos de inspiración historica me encantan. Sigue así.

    MSDD

    ResponderEliminar
  2. agregame y te contare una idea que tengo:

    maurinio22@hotmail.com


    saludos

    ResponderEliminar
  3. buena onda, che
    http://monsruon.blogspot.com

    ResponderEliminar