En un segundo, no, en una milésima de segundo Marte brillo para el. La tierra roja descansaba bajo sus pies descalzos. Las dos lunas se encontraban en lo más alto en el cielo plagado de estrellas, visibles en un cielo limpio virgen de los abusos del ser humano. Escuchó a lo lejos un rugir en el cielo, un rugir que luego se multiplicó varias veces, y vió como entre las estrellas se escapaban cohetes plateados, brillantes objetos punzantes que rasgaban el cielo marciano a toda velocidad. No eran unos cuantos, eran cientos, todos al mismo tiempo y de distintos puntos de la superficie del planeta.
Pablo comenzó a caminar y a lo lejos se fueron dibujando casas con sus ventanas y puertas abiertas de par en par. Un pueblo entero abandonado. A lo lejos un negocio permanecía abierto y había gente que salía de el. Se apresuró para hablar con alguien. Un hombre desgarbado salía del lugar con una gran valija a cuestas, Pablo le preguntó:
-A donde esta todo el mundo señor?
-Volviendo a la tierra hijo, no te has enterado?, que no lees a caso los cables que llegan desde allí?
-No señor acabo de llegar
-Mal momento muchacho, quizás todo estalló en medio de tu viaje, bueno siento decírtelo pero en la tierra se desató la guerra, Nueva York fue atomizada junto con otras grandes ciudades del mundo, Lisboa, Paris y Madrid quedaron bajo una gran nube de ceniza atómica y los daños se extienden a casi la mitad del continente Europeo y Americano.
-Dios que desastre
-Si un verdadero desastre, por eso todo el mundo esta intentando volver, pero los cohetes no dan abasto, mucha gente los desarmó cuando llegó aquí pensando nunca utilizarlos y ahora no tienen como volver.
-¿Como voy a hacer yo para volver??, es decir tengo que volver, mi novia esta allá, y mi familia, ¿usted puede ayudarme??
- Lo siento hijo, en mi cohete apenas tenemos lugar para mi y mi familia- el hombre bajo la cabeza y corrió con la valija sobre su espalda. Pablo desconcertado y desesperado entro al negocio. Dentro todos los estantes permanecían vacíos y el dueño parecía estar guardando sus cosas.
-¿Señor es verdad lo que me dijo la persona que acaba de salir?
-¿Sobre la tierra??, si muchacho lo lamento mucho, todos están volviendo, inclusive yo.
-Yo también debo volver, recién llegue hoy pero al parecer todo ocurrió mientras viajaba y no recibí notificación alguna, ¿puede ayudarme a volver?
-Yo conseguí que alguien me lleve pero no creo que haya lugar para alguien mas- dijo el dueño del lugar algo nervioso
-¿Quien señor?? ¿No puede preguntarle?- insistió Pablo.
-No para nada, el no tiene mas lugar…- dijo mientras miraba por la ventana sucia del local
-¡Vamos apúrese!- se escucho desde afuera cuando el hombre de la valija apareció en la ventana
-¡Pero el me dijo que no había lugar en su cohete!- dijo Pablo ofuscado. El hombre del lugar corrió hacia fuera con su valija en la mano, ni siquiera se detuvo a mirar a Pablo, dejándolo solo dentro del negocio vacío.
Pablo inmóvil solo pudo verlo escapar, el sonido del teléfono cortó su impavidez, tardo en reaccionar pero en la tercera campana logro atenderlo, del otro lado una voz nerviosa dijo:
-¿¿Hola?? ¡¿Hola!? ¿Hay alguien de ese lado??
-Si, si, soy Pablo, ¿usted como se llama?
-Soy Walter, Walter Gripp, ¡pero usted no es una mujer!
- No, es que aquí no queda na….-y justo cuando iba a completar la frase del otro lado un quejido seguido de un “clic” termino con la comunicación. Pablo pensó en encontrar a este Walter, parecía ser la única persona cerca, pero como encontrar a alguien que por casualidad llamo a ese teléfono, era casi imposible, sumando a que estaba en un planeta que no conocía, no en una calle, ni un barrio, ni una ciudad ni un País, un inmenso Planeta totalmente desconocido para el.
Afuera del negocio el silencio era emperador. La desolación su mano derecha. Pablo pensaba donde podría encontrar a ese tal Walter. Quizás el tendría un cohete propio, quizás estaría buscando a alguien que lo ayude en el viaje de vuelta a la tierra. No lo sabría hasta encontrarlo.
A lo lejos divisó unas colinas y detrás una ciudad inmensa. Si caminaba un par de horas podría alcanzarla. Sabía que no iba a ser fácil, pero lo más probable era que el llamado provenga desde dentro de la ciudad. Cabizbajo comenzó su larga caminata.
Con las lunas en lo más alto del cielo marciano, infestado de cohetes que parecían desgarrarlo cada vez que rompían la barrera del sonido, Pablo subió por la ladera de una colina roja y pudo observar la ciudad en todo su esplendor. Jamás había visto nada igual, la ciudad yacía completamente dormida, como un gigante descansado luego de siglos de soportar un constante ajetreo. Ahora permanecía indiferente al ruido de las naves humanas.
Los edificios eran extraños. Pablo permanecía absorto por la majestuosidad de la ciudad ajedrezada.
-¿Hermoso verdad? La primera vez que ví una me pasó exactamente lo mismo.-
Un hombre alto, de complexión fuerte y gesto adusto se acerco a Pablo.
-No se que haces aquí muchacho, pero todos están regresando a la tierra y no estoy seguro de que estés enterado de las ultimas novedades.
-Em, si me lo comentaron, llegué hoy- dijo Pablo acogido por un sentimiento casi paternal que le inspiraba este misterioso hombre.
- Disculpa mi falta de educación muchacho, mi nombre es Wilder, Capitán Wilder.
El capitán estrechó fuertemente la mano de Pablo y lo miro esperando que se presente.
- ¡OH¡ disculpe mi nombre es Pablo- distraído por la sensación de que conocía al capitán de otro lugar tardo en reaccionar.
-Si buscas algo en esa ciudad estas perdido. Esa ciudad marciana debe haber permanecido así por los últimos 20 siglos
- ¡¿Es una ciudad marciana?!
- Si una de las ultimas.
- Estoy intentando volver a la tierra, ¿usted podría ayudarme Capitán?
- Vinimos, yo y mi tripulación, en una misión de rescate. Buscamos a un viejo integrante de mi tripulación y su familia. No creo tener lugar en la nave para nadie más.
- ¡Pero soy solo yo señor, no puede dejarme aquí capitán!. ¡Mi familia, mi novia, mis amigos están en la tierra, tengo que volver!.
- Lo siento, mi misión es estrictamente de rescate. No tengo tiempo para ti o tu familia.
El Capitán se dio media vuelta y comenzó a alejarse. Pablo rogó y suplicó, pero el capitán continúo con su marcha indiferente a los ruegos de Pablo.
Angustiado, Pablo quedo solo en la colina, con la ciudad muerta detrás, y el pueblo abandonado delante la soledad lo abrazaba.
A lo lejos, un río muerto esperaba que alguien cruce por su lecho triste y vacío. Pablo lo observaba solo para comprender que la muerte y la soledad reinaban en el planeta rojo. De su estado de euforia en su llegada pasó a experimentar la más profunda de las tristezas. Quizás fuera por el paisaje, o por el hecho de saber que su familia estaría sufriendo las desdichas de la guerra nuclear que azotaba a la tierra.
Que extraño era el hombre, huye a un planeta de las reglas, leyes y falta de moral de la tierra para así poder empezar de nuevo, pero al ver a su pequeña esfera azul a punto de romperse en pedazos vuelve como escapando de la segunda oportunidad que le ofrecía el suelo marciano. ¿Será que la tierra le daba sentido a esa nueva oportunidad?, ¿sería que sin la existencia de la sociedad contaminada terrestre, el intento de una sociedad limpia marciana no tenía sentido?, ¿o seria que el hombre finalmente se dio cuenta que todo volvería a corromperse en Marte solo con el pasar del tiempo?.
La reflexión de Pablo fue interrumpida por una figura que viajaba a toda velocidad en el río muerto. Una majestuosa nave tirada por pájaros de fuego cortaba la monotonía del paisaje. Una voz profunda colmo la cabeza de Pablo.
-Acérquese, no tenga miedo, acérquese a la orilla.
Pablo ni lo pensó y obedeció, bajo por la ladera y apenas llego a la orilla el barco se posó cerca de el. Dentro Pablo pudo distinguir a sus tripulantes. Seres de cuerpos etéreos como telas muy finas sostenidas por hilos de aire. Sus rostros eran mascaras plateadas que brillaban con intensidad.
-Todo esta perdido en la tierra.- Dijo la misma voz en un tono severo
- ¡Pero debo volver, mi familia…..!- la voz interrumpió a Pablo
- No suelte el libro, por favor no lo haga
-¡¿Qué libro?!- pregunto Pablo confundido mientras sentía que su mano se aflojaba y que algo se le escapaba de ella. Atinó a mirar hacia abajo y vió caer un libro que golpeó la tierra roja la cual ya no era roja y no era tierra. Era blanca y era arena. Levantó su cabeza y ya no estaba solo, estaba rodeado de gente extraña. El calor lo golpeó en la cara. El sol lo cegó y el ruido del mar lo hizo volver en si. Todo poco a poco volvió a tener sentido. Las vacaciones. La playa. La siesta. Miró al suelo y se estiró desde su silla para tomar su libro que yacía abierto sobre la arena y así volver a sumergirse en las páginas de “Crónicas Marcianas” y así volver, en una milésima de segundo, a Marte.
martes, 9 de junio de 2009
De regreso a Marte
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