Buenos Aires, 10 de mayo de 1965
Mi nombre es Manuel Lazaro y usted, insaciable lector, se preguntara quien soy y por que escribo un día como hoy. Quizás sea por el invierno crudísimo, que convierte a Buenos Aires en esa ciudad elegante y tan europea, que me recluyo en el escritorio de mi finado abuelo a escribir estas líneas. Y es por ese excelentísimo hombre, y su reciente fallecimiento, que escribo un día como hoy.
Quizás algunos de ustedes no están familiarizados con mi abuelo, el escritor D. Ricardo Lazaro. Algunos pueden recordarlo por su trabajo, que no siendo muy conocido llego a las bibliotecas de varios de ustedes. Mi abuelo fue escritor, director de cátedra en la carrera de filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires, tuvo un fugaz paso como Director de la Biblioteca Nacional durante el año 45 y en sus últimos días tuvo una pequeña librería donde el lector podía encontrar las mas grandes joyas de la literatura que eran parte de su inmensa colección de libros y volúmenes enciclopédicos. Ustedes pensaran que la exaltación de la vida de este ignoto hombre puede ser derivado de mi orgullo filial, pero les aseguro que no es así. Este ávido escritor poseía una pasión inconmensurable por descubrir los recovecos de la mente humana, por alcanzar con sus manos los extremos del infinito, por descubrir las finas capas que separan nuestra dimensión de las otras, por cruzar los estrechos corredores del espacio exterior hacia los rincones mas íntimos de la existencia. Un hombre apasionado por lo fantástico. Si alguno recuerda uno de sus libros mas conocidos “El velo” (1941) podrá constatar de lo que hablo. Un libro donde el mismo se enfrentaba a una discusión teológica con el mismismo Verbo y al mismo tiempo viajaba en el tiempo para ser testigo del comienzo de la vida.
Le advierto mi buen amigo (me atrevo a llamarlo así por que entre el escritor y el lector existe una estrecha e intima relación) que esto no es una mera recopilación de la vida y obra de mi abuelo. El real motivo de la redacción de estas líneas es un descubrimiento que realice en estos días hurgando en su biblioteca después de su sorpresivo fallecimiento. Digo sorpresivo por que antes de morir gozaba de una salud envidiable para un hombre de ochenta años. De un día para el otro sufrió una especie de colapso que lo dejo en un estado de catatonia para tres días después fallecer.
Lo que encontré en la biblioteca de mi abuelo fue un cuaderno de notas en el cual parecía haber un bosquejo de un próximo libro de cuentos en el que estaría trabajando. El motivo de mi ignorancia con respecto a dicho documento es básicamente por el secretismo de mi abuelo sobre su trabajo.
En las próximas líneas me propongo transcribir dicho documento, en especial unas hojas sobre un ensayo. Recuerden que la fuente del documento es un desprolijo cuaderno de notas, por lo tanto disculpen los errores que cometa al tratar de darle sentido a estas notas.
Sin más, aquí esta el texto fechado en el día 1 de mayo del corriente:
“Hace unos días vengo mascullando una idea, que como todas las ideas es, por naturaleza, esquiva cuando se la busca. Por este tiempo vengo pensando en los errores que uno comete durante su vida. Esos de los cuales uno se arrepiente totalmente y daría lo que fuera por poder modificarlos. A mis ochenta años la vejez, además de experiencia, trajo dolores físicos, y es por eso que hace poco fui al consultorio de un doctor para que trate estos dolores. Sentado en la sala de espera comencé a imaginar un lugar en el cual a uno le dieran la oportunidad de renacer. Si, una oportunidad única de recomenzar la vida en caso de haber cometido algún tipo de error irreparable y estar lo suficientemente arrepentido como para necesitar una segunda oportunidad. Imagine el lugar como el consultorio en el que estaba, que mas que un consultorio era una clínica. El lugar estaba muy bien puesto, con muebles muy finos. La casa era grande, con muchas habitaciones en sus dos plantas. En mi imaginación figuraba un lugar similar pintado completamente de blanco. Un blanco casi enceguecedor. Pensé que el lugar podría estar manejado por un doctor el cual entrevistaba a los solicitantes y les preguntara cual era el error del que se arrepentían. Pero la entrevista no seria lo más importante, lo importante seria la advertencia de este doctor. El les advertiría que al renacer no recordarían nada de su vida actual, no tendrían conciencia alguna de que han renacido. En el caso de que en su nueva vida vuelvan a aparecer en este lugar a pedir una oportunidad más, no podrían hacerlo. Esta oportunidad, como todas ellas, era única.
Ya en mi casa seguí pensando en esta idea y comencé a cavilar sobre como seria la historia, e aquí mi problema. Pensé el cuento se desarrollaría el mismo día en que el protagonista cometería ese error garrafal que lo llevaría a manos de este misterioso doctor. Pensé que la historia se desarrollaría con una persona que abordara a mi protagonista en el bar y le cuente el relato de alguien que alguna vez cometió una atrocidad y decidió renacer para poder evitar cometerlo. La idea que yo tenia era que esta persona, el abordado, fuera nuestro protagonista, ya que al renacer no recuerda su vida anterior. El relator es una persona a la que el mismo, momentos antes de renacer, le confía su historia para que le advierta de su error antes de cometerlo. De esto se daría cuenta en el final del relato. Hay un problema con este argumento, y aquí comienzan mis constantes cavilaciones:
¿Cómo este hombre puede avisarle de algo que todavía no se entero? El momento del error es posterior al momento que se da en el bar. Por lo tanto esta persona no podría jamás saber de su situación antes de que esta suceda y el se lo confíe antes de renacer. Por lo tanto nunca podría salvarlo. Por que para que esta persona se entere de su error, el mismo debe ser cometido. Entonces otro pensamiento me atacó:
Si esta persona renace y no puede evitar ese momento oscuro de su vida, quiere decir que su renacimiento se vuelve a repetir. Entonces esta persona nunca completaría su vida de forma entera. Por que al no recordar ese error jamás lo evitaría, al no evitarlo pediría renacer y volvería a repetirlo en la otra vida una y otra y otra vez, hasta que el ciclo se haga infinito. Hasta que ese renacer se convierta en su muerte. Por que si esta persona jamás completa su vida, si no que en un punto de ella renace, ¿Cuándo alcanza su muerte?, entonces sería inmortal. Lo único que podría salvarlo es que por alguna razón, algo cambie en su vida y ese error no sea cometido, ¿pero seria eso posible?, ¿algo mágicamente cambiaria, un sutil movimiento del destino le dejaría completar su vida? Entonces no tendría que ver con el sino con algo externo a el, mas grande que su fútil vida.
Medité sobre la idea de que seria imposible contar esta historia. Por que hasta pensé en que el que cuenta la historia sea el protagonista, pero no podría saberla por las razones que ya expuse. Por que el punto es que no es un viaje en el tiempo lo que hacen, si no que comienzan su vida otra vez. Como si nada hubiese existido.
Escribiendo estas líneas pienso: ¿como se yo que esta es la primera vez en la infinita existencia del tiempo que escribo este ensayo? ¿Cómo puedo estar seguro de que quizás este sea el error en mi vida que jamás pueda evitar?. Quizás haya escrito infinitas veces este ensayo y el mismo se multiplique en el tiempo como esta habitación, como este cuaderno, como mi pluma y mi persona de manera infinita, eterna. Quizás me haya dado cuenta de este error tantas veces que no exista un número para reflejarlas. Mi pregunta entonces es ¿Cuándo llegara ese día en que rompa la infinita rueda del Samsara? Quizás jamás alcance la respuesta…”
Las notas terminan aquí, pero quizás el tenga razón y estas se multipliquen en el infinito y quizás el me haya convertido en ese confidente al que el error le es revelado, pero le es imposible alertar.
miércoles, 3 de junio de 2009
El ensayo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario