jueves, 25 de junio de 2009

El ultimo trabajo de Rojo

“A Sergio Leone, Clint Eastwood, John Ford, John Wayne, Lee Van Cleef y Jack Palance, que nos mostraron que existen otro tipo de héroes” (A.S)

Solo una figura solitaria cortaba el monótono paisaje del desierto californiano. Rodeado por la nada, entre piedras filosas y secas, cactos y coyotes hambrientos, “Rojo”, quien había obtenido ese sobrenombre no solo por su cabellera y su barba rojas como el fuego sino también por su despiadada frialdad para sus trabajos, cruzaba el desierto camino a Chayanne, un pueblito perdido en California. Arrastrándose detrás de su caballo venia atado de una pierna el cuerpo de Morton el forajido que aterrorizo Mutiny por tanto tiempo. Fue un trabajo fácil, ese Morton era un bravucón imbecil. Bastaron dos disparos certeros uno al pecho otro al medio de los ojos. Uno de los trabajos más fáciles de Rojo. El cuerpo del forajido seria colgado en la plaza principal de Chayanne como para anunciarse, como para que vean los servicios que Rojo ofrecía. Ese tipo de publicidad siempre le dio buenos resultados. Harmónica, su fiel caballo de tantos años, cabalgaba despacio. Ya estaba viejo, alguna vez fue un hermoso caballo de crines rubias, ya había pasado el tiempo. Ahora estaba más flaco y se cansaba más rápido, pero seguía con sus bríos de siempre y no fallaba nunca. No solo había pasado el tiempo para el caballo, Rojo también tenia la carga del tiempo y los años sobre sus hombros, por eso entendía a su único amigo. Rojo siempre fue un hombre solitario, alto , flaco, de una complexión física envidiable, rozaba los 48 años y seguía teniendo un estado físico excelente, aunque a veces ya sentía molestias al correr o al trenzarse en alguna pelea. Su cara curtida por el sol y gobernada por la barba roja que le daba una fuerza especial a su rostro, mostraba el paso del tiempo. Estaba pensando en retirarse y volver a Lionta su pueblo natal, pero su arma plateada le pedía un trabajo más. La miraba, brillaba bajo el sol, ahí en el costado de su cintura en su cartuchera, parecía decirle “uno más rojo”. A eso iba, a su último trabajo.

Después de casi un día cabalgando desde Mutiny finalmente en el horizonte se dibuja Chayanne, se ve el perfil de las casuchas destruidas, viejas, era un pueblo mas pequeño que lo que imaginaba Rojo. Observo el cartel de bienvenida, que ya casi ni se leía, gobernado por el polvo y destruido por la erosión del viento. Se sintió observado por unos segundos, pero no vio a nadie alrededor. Siempre estaba alerta. Entró a lo que parecía la calle principal. No había nadie, apenas unos cuantos perros vagabundos. Parecía un pueblo fantasma. En el fondo, casi al final había un pozo de agua, y un edificio que parecía ser la comisaría. Esa debía ser la plaza del pueblo. Apretó sus espuelas contra los costados de Harmónica, este apuro el paso. Llegaron al pozo. Rojo bajo de su caballo, tomo de la pierna a Morton y lo colgó del cuello con la soga del pozo. Ató a Harmónica y decidió buscar algún bar, tenía sed.

Caminó por la calle vacía, miraba las ventanas de las casas, y nadie se asomaba. Vió el cartel de un Salón, al parecer era una posada. Podría tomar unos tragos y descansar un poco. Dentro de la posada reinaba una tristeza que parecía envolver todo. Solo cuatro personas en todo el bar, dos estaban borrachos inconscientes sobre la barra, el barman estaba sentado durmiendo y un hombre tomando en una mesa alejada contra un rincón solo. No había música, no había ni un ruido. Rojo dio un paso que retumbo contra una madera crujiente, lo que despertó al cantinero.

-¿En que puedo servirle?-dijo el hombre gordo y con un bigote canoso que le tapaba su labio superior

- Sírvame un trago cantinero y me gustaría rentarle una habitación por unos días, hace un día que viajó y me necesito descansar.

- Solo tenemos una. Es suya por 5 dólares al día- dijo el cantinero casi molesto por tener que servirle a Rojo

- La tomo cantinero- dijo Rojo mientras se sentaba en uno de los enclenques taburetes de la barra. El cantinero le sirvió su trago en un vaso mugriento, Rojo levanto el vaso en señal de brindis y tomo su trago, en ese momento el hombre solitario en la mesa alejada dijo- usted no debería andar colgando hombres muertos en las plazas de los pueblos, creo saber quien es usted, aquí lo llaman “La Parca Roja”, ¿a que viene a nuestro pueblo forastero?- Rojo lentamente se dio vuelta y clavo sus ojos en este hombre que parecía desafiante- Vengo a ofrecer mis servicios señor, el hombre en la plaza es mi publicidad.- Rojo pensaba cuando lo podrían haber visto si no había nadie en la calle cuando entró.- Veo que por este pueblo ni los forajidos se interesan, no los culpo, no parece haber mucho que saquear, hasta la comisaría esta abandonada, el comisario debe estar muerto- dijo Rojo mientras daba un trago a el wiskhy barato que le habian servido. El hombre de la mesa se incorporo, era flaco estaba casi desnutrido, pelado, y tenia sus ojos saltones. Se acerco hasta donde estaba Rojo y dijo con miedo- Nuestro comisario murió hace ya 1 año, lo asesino “el”-puso énfasis en “el”- ya hace 2 años que nadie sale de Chayanne vivo y ya casi nadie entra y los que lo hacen no salen. Varias diligencias que traían mercadería fueron encontradas en el medio del desierto con todos sus tripulantes muertos y toda la mercadería intacta, ya ahora ni siquiera se acercan. Estamos viviendo de lo último que tenemos, solo nos queda alcohol. Nuestro comisario Mortimer, intentó detenerlo y murió en el intento, era un hombre joven y valiente, si el no pudo nadie podría con “el”. Si busca ganar dinero aquí Rojo , esta equivocado, ya nadie ni si quiera sale de sus casas, muchos están muriendo de hambre y sed, ya ni el pozo tiene agua. Usted es el primer forastero que pisa Chayanne en 2 años.-. Rojo miró a este hombre, y vio en sus palabras su ultimo “gran” trabajo. Lo había encontrado. Pero a la vez sabia que mucho dinero no podría sacar de esta gente. -Qué interesante. Al menos se que no hay un comisario molesto. - Señor Rojo este pueblo esta fuera de la ley, es lo mas parecido al infierno sobre la tierra, ese hombre es una maldición- dijo el barman apesadumbrado.

- Le recomendaría que usted se prepare. Su suerte no va a ser diferenta a la nuestra. “Que impertinente” pensó Rojo por dentro, claro nunca nadie lo había tratado asi. Insultando su orgullo. Dándolo por muerto. – Y diganme señores, este bandido ¿esta viviendo aquí en el pueblo?

- No. Dicen que ronda por las afueras de aquí. Cerca de la entrada principal del pueblo.- Rojo inmediatamente recordó la extraña sensación de ser observado que tuvo al entrar a Cheyenne. No lo diría, podría ser visto como un signo de inseguridad.

- ¿Es un salvaje?- preguntó Rojo, el también había cazado varios de esos cuando mas joven. – No, no. Los que lo vieron dicen que es un forajido como cualquier otro- contesto el escualido. Rojo estaba meditando toda la situación. Es decir, para el era muy claro que esta era la oportunidad perfecta para su ultimo trabajo. Pero el sabia que dinero no iba a sacar de esto, y el necesitaba dinero para volver a su tierra natal, además (y quizás lo mas importante) una extraña sensación lo invadía. Un sentimiento ajeno a su personalidad. Rojo por primera vez en su vida estaba inseguro de algo. De la nada, el cantinero formulo la frase que, muy adentro suyo, Rojo no quería escuchar: - Quizá usted pueda encargarse de el. ¿Es su trabajo verdad?- ¿como contestar a esa pregunta?, era la primera vez que Rojo estaba dudando. Decidió no hacerlo – En este momento prefiero descansar cantinero. Vengo viajando hace muchos días. Ademas, ustedes no tienen un centavo para pagar mis servicios. ¿Cuál es mi habitación?- el cantinero se acodo en la barra, miró hacia la parte superior del salón y señalando contesto- Las habitaciones estan en la parte superior, escoja la que usted desee. Con respecto a lo del dinero, usted tiene razon. Pero al menos podemos darle el hospedaje y comida gratis-. La oferta era buena y justa. Rojo aun necesitaba dinero para volver a Lionta.- Necesito volver a mi pueblo natal, para retirarme alli y para eso necesito dinero para el tren- dijo Rojo convencido de que esta respuesta tiraria por la borda los planes de estos dos hombres. Rojo no podía creer que se este negando, pero su opresión en el pecho lo instaba a seguir negándose. – Muy bien, si eso es lo que quiere. Yo trabajo en la estación de trenes, puedo hacerlo subir en el tren de mañana por la tarde. No le cobrarían nada. Soy amigo de los guardas y de los maquinistas.- el hombre escuálido había logrado agravar el nerviosismo de Rojo. Finalmente estaba acorralado. ¡Le estaban dando todo lo que quería!. Una vez mas decidió esquivar la respuesta .- Deseo descansar, mañana podré contestarles.- sin dudarlo, Rojo comenzó a dirigirse hacia la habitación. Apesadumbrado por estas sensaciones subió cada escalón de madera y entró en la primer puerta que vio. Estaba demasiado preocupado para elegir.

Rojo observo la habitación oscura y deprimente, no había más que un catre una jarra con agua y una silla. Dejó su sombrero sobre la silla, sus botas y se acostó en el catre. Dormía siempre con su arma en su cartuchera, era un hombre muy buscado por las venganzas. Cerró sus ojos y durmió. Esa noche fue la primera vez que Rojo no pudo dormir antes de un trabajo. Tuvo un sueño bastante raro y angustioso. El en medio del fango, la lluvia le caía a cantaros sobre la cara y estaba manchado por el lodo, completamente sucio, negro, rayos caían a su lado, muy cerca, y no podía mover sus piernas pues estaban enteramente enterradas en el lodo. Luego un hombre vestido con un sobretodo largo, negro al que no podía verle el rostro, le apuntaba con un arma entre los ojos. Cuando la figura se levantaba el sombrero, revelaba ser el mismo. Rojo despertó con miedo , sensación nueva para el. Se sentó al borde de la cama, vio afuera y observó que estaba amaneciendo. Pensó “es el ultimo y vuelvo con Isabel”. Isabel, la única mujer que lo comprendía, la única que el amó en toda su vida.. Debía prepararse. Debía terminar lo más rápido posible.

Al otro día bajó al bar. El cantinero estaba limpiando los mugrientos vasos, levanto la mirada y pregunto con ironía - ¿Pudo pensar en lo que hablamos ayer?. Luce como si no hubiese dormido en toda la noche hombre. ¿Desea un trago? Va por la casa también-. A diferencia de ayer, Rojo ya estaba decidido – Muy bien cantinero, un trago viene bien antes de trabajar.- el cantinero sonrió y sirvió un liquido opaco en un pequeño vaso.

Luego del trago, Rojo se dirigió a buscar a su caballo. Sin decir una palabra buscó a Harmónica, lo montó y comenzó a cabalgar hacia las afueras del pueblo a buscar al objetivo. Un mundo de sensaciones colmaba una mente que en otros tiempos estaba vacía y fría. Transitaba la desolada calle principal, en el pozo de agua estaba el cuerpo de Morton mutilado, alguien le había cortado las piernas y los brazos “Si es un salvaje el bastardo”. Salió del pueblo y lo recibió sin reparo el abrasador sol del desierto. No había nadie en kilómetros. Solo él y Harmónica. Volvió a tener la sensación de estar siendo observado, como cuando entro en Chayanne. Sintió una voz fuerte, profunda, grave decir- Así que usted es la “ Parca Roja”.- Rojo se dio vuelta desesperadamente pues la voz venia por detrás, y lo vio a la lejanía a un hombre cabalgando muy despacio. Vestía un sobretodo negro, y un sombrero de ala ancha que no dejaba ver su rostro. Era extremadamente flaco y cabalgaba sobre un caballo negro prácticamente famélico

- Usted viene por mi ¿verdad?- se rió de manera irónica- ¿Cuanto le van a pagar?, en ese pueblo ya no hay nada. Supongo que usted lo hace por…¿”amor”? a su trabajo.¿Ya cuantos años lleva matando hombres por dinero señor Rojo?, ¿quince?...si quince… ¿verdad?. Todo un profesional.- Rojo lo miraba no le sacaba los ojos de encima, una mano en la rienda de Harmónica y con la otra buscando su arma sigilosamente. Tenia los ojos entrecerrados por el sol que le daba en la cara. De todas formas podía darle, jamás fallaba. Este hombre cabalgaba muy despacio, seria muy fácil.

- Sabe Rojo, nosotros dos nos parecemos, yo también llevo años matando hombres, muchísimos mas años que usted. Además lo hago gratis se podría decir. Jamás fallo cuando tengo un trabajo señor Rojo. ¿Y sabe que?, usted es el próximo trabajo. Si , ¡usted!. Parece que ya le llegó el momento. Ya es viejo. Ya no esta para seguir haciendo de héroe renegado.

- Usted es mi ultimo- dijo Rojo seguro de si mismo.

- Bien, entonces soy su retiro. Bueno, usted es el mío también. ¡JA! No, no, yo no me retirare jamás.-el hombre seguía acercándose muy despacio, ya estaba muy cerca, Rojo tomo su arma y le disparo al pecho. Dio en el blanco, una humareda de polvo salto de sus . El torso del hombre se inclino hacia atrás por el impacto, sin caerse del caballo y sosteniendo las riendas. Rojo sonrió para luego sorprenderse, el hombre se estaba incorporando lentamente.

- ¡Oiga! ¡Rojo! ¿¡Que hace?!- Rojo no podía creer lo que veía. Parecía estar completamente sano, y seguía acercándose, Harmónica relincho se paro en dos patas, el famélico caballo negro hizo lo mismo, resoplo sobre el hocico de Harmónica , este rebuzno, se tiro hacia atrás desplomándose sobre sus patas. El viejo Harmónica murió en el instante. Rojo rodó en el suelo y apoyando una rodilla en el suelo, rápidamente apunto nuevamente al hombre de negro. – Ya estaba viejo , era su hora también- dijo con intención de irritar a Rojo.

Rojo apretó los dientes, apuntando con furia a este extraño que le había quitado a su amigo, su único amigo.

-Yo soy las 100 almas que llevas en tus espaldas, pues yo estuve ahí-. Dijo mientras con su mano derecha tomaba el rostro de Rojo quien permanecía hincado en una rodilla. El extraño hombre se imponía con su gran altura delante de Rojo y lo cubría con su sombra lúgubre. Delante de sus ojos vio como el rostro de este hombre era como el de Morton, luego se convirtió en el viejo Egger , luego en Kipp, Cleef, Munny, Indio, Santa Cruz , Lorenzo, Luke, Tuco, Sam… Todos los rostros pasaron por delante de los ojos de Rojo, todos hasta su primer trabajo, el violador de Railroad , Knuckles Flagstone. Rojo sintió por primera vez en mucho tiempo una sensación extraña en el cuerpo, ¿miedo?. El hombre lo miraba y reía.

- Increíble, el viejo Rojo asustado. Quien lo diría. Bueno dicen que soy a lo único que los humanos verdaderamente temen.- Rojo comenzó a correr, tan rápido como podía , corría de vuelta a Cheyenne.

-No corra Rojo , es inútil-. Por más que corría con todas sus fuerzas, el hombre parecía estar a un paso detrás de el a pesar de caminar lentamente.

Llegó a la plaza de Cheyenne, en el pozo colgaba su cuerpo. Rojo gritó, tropezó y cayó desparramado al suelo. El hombre se le paró justo al lado - Este es su final Rojo, a todos nos llega, ahora usted va arrastrarse atado de una pierna detrás de mi caballo por todo el desierto. Debe asumirlo. Vamos hombre, ¿o se creía inmortal?- Rojo descargo las cinco balas restantes sobre el hombre que ni se movió. Solo polvo saltaba de los agujeros producidos por las balas - Rojo, esta claro que no sabe lo que hace.

-¡¿Quién es usted?¡

- Creo que ya lo sabe Rojo-. Una tormenta de arena los separo por unos segundos, la arena lleno los ojos y la boca reseca de Rojo, no lo dejaba ver ni respirar, tenia los labios cuarteados . El paso de la tormenta pareció borrar del paisaje a Cheyenne. Se encontraban en medio del desierto. El hombre miro con severidad a Rojo quien estaba de rodillas en la arena y dijo con su voz grave - Soy la muerte Rojo. Hasta a los hombres como usted me sufren….

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