viernes, 12 de junio de 2009

Fin de jornada

Nadie. Vacía. Oscura. Sucia. Así permanecía por las noches la estación Saenz Peña de la línea A del subterráneo. Siempre fue un lugar incomodo para estar , aun cuando esta activa durante el día. Las paredes húmedas, los túneles oscuros y el ambiente pesado se combinaban para convertirla en un lugar desagradable, incomodo para cualquiera. Esta noche solo Farfan quedaba rondando la estación. Cumpliendo con sus tareas de limpieza. El hombre de unos 54 años , flaco, muy alto, de brazos largos, rostro áspero y bigote tupido, se paseaba por los túneles que conectaban las oficinas del subterráneo. Cumplía con su tarea de chequear que cada oficina este correctamente cerrada, que todo este en su lugar, que las luces se apaguen y todo se duerma hasta el otro día. El hombre caminaba tranquilamente, totalmente concentrado en la radio que escuchaba, un tango lejano , quizás un tango que jamás había escuchado, esa era su única compañía. Silbaba el compás mientras cerraba las puertas , apagaba las luces, llegando al final del recorrido debía encender su linterna ya que todo el sector quedaba en la total oscuridad. Farfan había trabajado por 20 años y conocía todos los pasillos de memoria. Todo estaba en orden. El hombre apago la ultima luz. La ultima oficina del pasillo. Todo listo para encender la linterna, volver al inicio y pasar a la siguiente estación. Eran las dos y media de la madrugada. Farfan tomo su linterna se dispuso a encenderla, sin éxito. Normal. A veces bastaba un golpe suave y la linterna encendía. Lo intento. Nada. Oscuridad plena. El tango en sus oídos era lo único que experimentaban sus sentidos. Se sintió por un segundo desorientado. Decidió comenzar a caminar a ciegas. El largo pasillo se hacia todavía mas largo a oscuras. Solo los pasos de Farfan retumbaban en la estación. Su radio se apago, ya Farfan parecía estar en medio de la nada. Ni un sonido, solo sus pasos. Caminando a tientas , Farfan ponía sus manos delante para no tropezar con nada, buscaba la salida del pasillo, según su memoria y calculando por lo caminado ya debería estar llegando, pero nada. El pasillo parecía estirarse debajo de sus pies. Farfan comenzó a apurarse, varias veces había estado a oscuras , pero esta vez no era igual a las otras. Se sentía inquieto, sentía una presión angustiante en el pecho. Concentrado en el sonido de sus pasos, Farfan no reparo en que sus pasos estaban siendo duplicados por otros pasos un poco mas débiles. El operario se detuvo. Sintió el deslizar de la cuchilla a través de su cuello. Su vida se perdió anónimamente en la oscuridad.

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